Opinión

¿Qué va a pasar con la economía española?

Sede del Banco de España en Madrid

Frente al bombardeo gubernamental que predica, como el Cándido de Voltaire, que "todo va bien en el mejor de los mundos posibles", existen profesionales de la economía en el sector privado que no se muestran nada optimistas. Pero también hay buenos profesionales en el sector público que se pronuncian en el mismo sentido, pues no están sometidos a los mandatos del sanchismo. Entre estos últimos destacan los economistas del Servicio de Estudios del Banco de España, que acaba de publicar su informe anual en el cual se puede leer la síntesis de lo ocurrido en los últimos tiempos. Por ejemplo:

"La evolución económica a lo largo de 2022 y del período transcurrido de 2023 ha venido marcada por dos desarrollos contrapuestos. Al comienzo del pasado año, el levantamiento de las restricciones asociadas a la pandemia condujo a una intensa recuperación de la actividad.

Con posterioridad, la invasión rusa de Ucrania aceleró el repunte de los precios de las materias primas que venía produciéndose desde 2021, lo que llevó a una intensificación de las presiones inflacionistas y, en respuesta a ello, a un endurecimiento de las políticas monetarias. Como resultado, se produjo una notable desaceleración del producto interior bruto (PIB) real en la segunda mitad del año".

No parece que la economía española vaya a salir de la brecha negativa en que se halla respecto al conjunto de la UE

No tengo mucha fe en las proyecciones económicas (tampoco en las demográficas) porque, en general, sus autores no hacen públicas las hipótesis de las cuales parten pero, en fin, veamos lo que nos dice el Banco de España respecto al futuro:

"En el conjunto de 2023, el avance del PIB se moderaría sustancialmente respecto al de 2022, pero la aceleración progresiva de la actividad permitiría que el crecimiento del PIB superara el 2%, en promedio anual, en 2024 y 2025. De hecho, la información más reciente muestra un crecimiento de la actividad mayor que el previsto en el primer trimestre de este año, lo que, junto con la revisión reciente de la serie histórica, sugieren que el PIB real podría crecer este año por encima del 1,6% previsto en nuestras últimas proyecciones.

Al incremento del ritmo de avance del producto contribuirán, entre otros factores, la disminución prevista de las presiones inflacionistas (con la consiguiente recuperación de la confianza y de las rentas reales de los agentes), la desaparición de las disrupciones en las cadenas productivas globales y el despliegue de los fondos vinculados al programa Next Generation EU (NGEU)".

Pero inmediatamente se nos avisa: "estas proyecciones están sujetas a una incertidumbre muy elevada, y existen riesgos de que se materialicen escenarios menos positivos".

Y es que resulta imposible prever, por ejemplo, qué va a pasar con la invasión de Ucrania. Tampoco podemos prever qué política monetaria se va a implementar en los dos lados del Atlántico y esto último está ligado a si la inflación decae o se mantiene.

En fin, no parece que la economía española vaya a salir de la brecha negativa en que se halla respecto al conjunto de la UE. Brecha tras la cual están una baja productividad y una reducida tasa de empleo, las dos deficiencias bien conocidas de la economía española. Nuestra falta de industrialización y nuestra creciente dependencia del turismo no auguran un cambio positivo ni en el empleo ni en los salarios.

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