Opinión

Las nuevas reglas fiscales: en Europa se acabó el champán

  • La normativa es menos exigente  en comparación con la del periodo anterior a la pandemia
  • Llevarlo a cabo no va a ser fácil en España por el coste del envejecimiento en la población
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El pasado miércoles, los gobiernos de los 27 Estados Miembros de la Unión Europea alcanzaron, por unanimidad, el acuerdo para implantar nuevas reglas fiscales. Éste es, probablemente, el acuerdo más importante alcanzado bajo la presidencia española del Consejo, y también, la despedida de Nadia Calviño como vicepresidenta económica, antes de irse al Banco Europeo de Inversiones como presidenta. Desde aquí, por supuesto, y, antes que nada, mi felicitación por el importante nombramiento.

Señala el libro del predicador que "hay un tiempo para cada cosa bajo el Sol… hay un tiempo para guardar y tiempo para desechar" (Eclesiastés 3, 1). En Europa, tras cuatro años de inevitable exceso de gasto por la pandemia, primero, y por la crisis energética, después, ha llegado el tiempo de ahorrar. Por esa razón, que entren en vigor las nuevas reglas fiscales supone que, especialmente los países más endeudados, entre otros, Italia, Francia y, también, España, tendrán que realizar un esfuerzo fiscal más importante y sostenido que hasta ahora.

En principio, y sobre el papel, las reglas fiscales son algo menos exigentes, y también más flexibles que las que teníamos antes de la pandemia. Pero, ésta es un arma de doble filo. Veamos el caso de la deuda pública. El endeudamiento público italiano supera el 140% del PIB, mientras que el español y el francés superan holgadamente el 100%. El nivel máximo previsto se mantiene en el 60%, luego todos los grandes países de la Unión Europea están por encima, pero el alemán es de un 66%. No se podía esperar que, salvo Alemania, el resto de los países convergiesen al 60% de deuda. En consecuencia, a efectos de deuda, la regla era como si no existiese.

Ahora, si el acuerdo entra en vigor en los términos del Consejo, sin modificaciones de calado, Italia, por ejemplo, tendría que reducir la deuda sobre el PIB en cuatro puntos al año. Esto sólo ocurrió en 2021 y 2022, pero se debió a dos factores que, difícilmente se repetirán: por una parte, la recuperación del PIB después de la pandemia, y por otra la inflación que- aunque inicialmente fue importada- luego se internalizó en toda Europa. Esto aumenta el denominador, PIB, sobre el que se calcula la ratio, pero es excepcional. En otras condiciones, hay que tener un importante superávit para ir reduciendo la deuda pública a este ritmo.

También se reducen las sanciones en caso de incumplimiento del déficit, pero esto vuelve a ser un arma de doble filo. Es mucho más fácil imponer una sanción de cientos de millones que de miles de millones de euros. Por otra parte, probablemente será más disuasorio, porque lo que disuade una conducta no es que la sanción sea muy severa, sino la probabilidad de que se imponga.

Esto obligará, también a España, a reducir en el medio plazo el déficit público mucho más de lo previsto. Y no va a ser sencillo porque hay varios elementos que juegan en contra. El más obvio es la subida de los tipos de interés. Es cierto, que parece haber tocado techo, pero no conviene engañarse. Hay que financiar cada vez más deuda. Y, además, cada vez que vencen los títulos, hay que emitir otros nuevos a un tipo superior, porque casi toda la deuda se emitió en tiempos en los que era más barata.

Hay otro factor, más sutil, que ha pasado desapercibido, el BCE en su último comunicado, ha señalado que dejará de reinvertir en títulos de deuda unos 7.500 millones de euros mensuales, en promedio, a partir del segundo semestre del próximo año. A partir de 2025, el BCE prevé dejar de reinvertir en títulos de deuda. Este cambio de política tiene dos implicaciones: por una parte, que irá habiendo menos dinero en circulación, lo que es un instrumento para luchar contra la inflación. Pero, también supone menos demanda de títulos de deuda, y esto implica que los Tesoros Públicos tendrán que pagar mayores intereses para colocar la deuda. Es posible que esta retirada del BCE suponga la reaparición de las temidas "primas de riesgo" porque los inversores pueden discriminar e invertir en bonos de unos países de la Unión y no en otros. Precisamente, por esa cuestión parece que ha llegado el momento de recuperar la disciplina fiscal especialmente en los países más endeudados.

Hay que hacerlo, pero no va a ser fácil. No sólo es una cuestión de tipos de interés, y en general de la política del BCE, hay otro factor muy relevante: los costes derivados del envejecimiento de la población. Esto pasa en toda Europa, pero, de nuevo, es especialmente relevante en España. Esto se debe a que la natalidad en España es muy reducida, aunque paliada por la inmigración, y a que la esperanza de vida es la segunda más elevada del mundo (después de Japón) y sigue aumentando, lo que es un gran logro como sociedad. Esto supone que, el gasto en pensiones va a ir aumentando durante las próximas décadas, salvo que se tomen medidas, muy impopulares, que lo contengan, relativas tanto a la edad de jubilación, como a la cuantía de la pensión. Además, los gastos de sanidad y de dependencia también irán incrementándose a medida que la población envejece. Pensemos que las pensiones son el principal gasto público, y que la sanidad es el segundo.

Éste es el panorama al que nos enfrentamos, pero los gastos hay que pagarlos. Esto no sólo es una cuestión de gastos e impuestos, aunque por supuesto lo es, sino que es también una cuestión de crecimiento económico. Para poder afrontar estos importantes desafíos habría que implementar reformas que aumenten la productividad de la economía española. Esto permite, a medio y largo plazo, no sólo aumentar la actividad, sino también aumentar la recaudación por impuestos, y que disminuyan algunos gastos -también son relevantes- como las prestaciones y subsidios por desempleo. Si no es así, el coste de afrontar el desafío de las reglas fiscales va a ser cada vez mayor en términos económicos y sociales.

Con todo, no es una mala noticia que se vuelvan a implementar las reglas fiscales, que, además, en términos generales, son más razonables -y por eso mismo, en la práctica, probablemente más exigentes- que las vigentes antes de la pandemia. Como escribíamos la semana pasada en relación con Argentina, los desequilibrios se acaban pagando siempre. No se puede dejar que se acumulen porque el coste y la dificultad de afrontarlos es cada vez mayor.

Seguiremos hablando de esta cuestión porque el desequilibrio más importante y duradero de la economía española, con permiso del desempleo, es el déficit público. Por eso, el regreso a la disciplina fiscal es una de las cuestiones que más nos afectará a los españoles en los próximos años.

Desde aquí, mi felicitación navideña a todos los lectores de elEconomista.es. Que disfruten estos días en familia.

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