Economía

La servilleta que cambió el mundo sigue viva: la nueva receta de Laffer para una revolución fiscal

  • Laffer influyó de forma notable en presidentes como Reagan y Thatcher
  • Su pensamiento desató una revolución fiscal en los países avanzados que sigue coleando
  • Desde entonces, los tipos medios no han vuelto a alcanzar los niveles de los 70
Arthur Laffer junto a su famosa curva. Foto de Laffer Center.

Los impuestos son una de las armas arrojadizas favoritas de los políticos en casi todos los países del mundo. Unos defienden la necesidad de subirlos para incrementar la recaudación, cubrir el gasto público y reducir la desigualdad económica sin tener en cuenta el impacto de la propia subida sobre la economía. Otros aseguran que la clave está en bajarlos porque se incrementa la renta disponible y, en ocasiones, incluso incrementa la recaudación, aunque parezca contradictorio. Buena parte de este debate actual nació de un pobre dibujo en una servilleta hace ya 50 años. Nunca una servilleta tuvo tanta influencia y, probablemente, nunca una servilleta habrá alterado más la economía mundial. El dibujo plasmado en esa servilleta era una representación sencilla de la curva de Laffer, una suerte de modelo o hipótesis que fue el motor de las decisiones fiscales de grandes potencias en los 80 y que hoy todavía sigue teniendo importantes repercusiones.

Arthur Laffer (1940) es el autor de la famosa curva que, grosso modo, representa la relación teórica entre los tipos impositivos y los niveles resultantes de los ingresos fiscales del gobierno. Laffer y varios colegas han publicado un nuevo libro titulado 'Los impuestos tienen consecuencias'. Aunque Laffer ha sido considerado como un economista liberal, cuya posición es la defensa de un marco fiscal de bajos impuestos y lo más sencillo posible, lo cierto es que el titular de su libro es una advertencia válida para los defensores tanto de unos impuestos más altos como de unos gravámenes más bajos. Las subidas y las bajadas de impuestos 'reales' tienen consecuencias en ambas direcciones.

Este economista defiende que en casos concretos (cuando la presión fiscal se encuentra por encima del umbral 'prohibitivo') una bajada de impuestos desemboca en una mayor recaudación por parte de la administración pública. Esto, que a primera vista no parece coherente, se produce porque la bajada de impuestos genera una mayor actividad económica y agranda las bases imponibles. De una forma más detallada, una bajada de impuestos, partiendo de un nivel relativamente 'agobiante', podría estimular el consumo y la inversión, incrementando la actividad económica. A la par que eso sucede, una parte de las rentas generadas en la economía sumergida afloran, porque en un entorno de menores impuestos, la ecuación 'rentabilidad-riesgo' empeora para los agentes que se mantienen en la economía sumergida (no merece la pena correr el riesgo de seguir en 'negro' si los impuestos son bajos).

La influencia de Laffer

Con este discurso, Laffer ejerció una enorme influencia sobre el expresidente de EEUU Ronald Reagan. Este economista no sería tan conocido si no fuera por la anécdota que da titular también a este artículo. Hace ya 50 años, Laffer dibujó en una servilleta de tela del restaurante Two Continents de Washington su famosa curva, sin saber que ese trozo de tela acabaría cambiando la economía a través de la influencia que tuvo sobre el pensamiento de Ronald Reagan y Margaret Thatcher y teniendo vitrina propia en el Museo de Historia Americana.

La servilleta bien lo merece. Gregorio Izquierdo, Director General del Instituto de Estudios Económicos y autor del prólogo de esta última obra de Laffer, asegura que "nunca una servilleta de un restaurante ha contribuido tanto al análisis económico como aquella sobre la que Arthur Laffer dibujó, en 1974, durante una cena en el hotel Washington, su famosa curva".

Esta anécdota, que tenía detrás un modelo trabajado y estudiado (la servilleta es una mera representación), cambió la economía, posiblemente, para siempre. "Desde entonces, los economistas han tratado de poner de manifiesto que los agentes reaccionan a las distorsiones generadas por el nivel de imposición, modificando su comportamiento, de modo que el resultado de una subida impositiva puede ser justo el contrario al esperado", asegura Izquierdo.

La revolución fiscal

Tras la servilleta, llegó la revolución fiscal. Tanto el presidente Ronald Reagan como la primera ministra de Reino Unido, Margaret Thatcher, escucharon los consejos de Laffer y lideraron los recortes de impuestos. Sin embargo, los dos líderes adoptaron enfoques diferentes en materia fiscal. El gobierno de Thatcher redujo el tipo máximo del impuesto sobre la renta del 83% al 60% en 1979 y luego al 40% en 1990, mientras que el impuesto de Sociedades se redujo del 52% al 35% durante el mismo período. Se trataba de un enfoque más cauteloso respaldado por recortes de gasto y privatizaciones, según explican desde International Tax Review en un artículo que analiza el impacto del pensamiento de Laffer. En comparación, la administración Reagan redujo el impuesto de Sociedades estadounidense del 46% al 34%, mientras que recortó el tipo marginal del impuesto sobre la renta del 73% al 28%.

Desde la OCDE, en su base de datos de impuestos que va desde 1965 hasta la actualidad, destacan "después de mediados de la década de 1980, la mayoría de los países de la OCDE redujeron sustancialmente los tipos en el impuesto sobre la renta personal y de las empresas, no obstante, el impacto de estas reformas tributarias generalizadas en los ingresos fue a menudo compensado por la reducción o abolición de las desgravaciones fiscales". Es decir, el pensamiento de Laffer se impuso: los países redujeron los tipos de las grandes figuras fiscales a la vez que simplificaron el sistema acabando con ciertas reducciones y desgravaciones.

El propio Laffer explica en un capítulo de su libro titulado el 'El Gran Boom, 1982–2000' que "la expansión económica que se produjo en los dieciocho años, 1982-2000, que siguieron al período de estanflación que duró más de una década es una de las mayores en la historia de Estados Unidos. El crecimiento económico fue fenomenal. El PIB aumentó a una tasa real del 3,8% anual. Sólo hubo una recesión en el período, que duró seis meses en 1990-1991. Las acciones subieron enormemente. Los principales índices, como el Dow Jones, obtuvieron grandes rendimientos... En 1983, el IPC se moderó hasta el 4%y promedió alrededor del 2% durante las siguientes casi cuatro décadas. En el origen de la gran expansión hubo recortes de tipos impositivos notables en la historia de Estados Unidos".

Los tipos del impuesto sobre la renta para las personas físicas cayeron durante esos años hasta quedar prácticamente reducidos a solo dos tipos (15 y 28%) y, además, los tramos se indexaron a la inflación para evitar lo que se conoce como progresividad en frío. El tramo más alto del impuesto al patrimonio cayó desde el 70 al 55% en 1982. También se redujeron los tipos marginales por las ganancias de capital y el impuesto de sociedades cayó del 46 al 34%.

"El largo periodo que ve de 1932 a 1980, en que los tramos máximos superaban el 60%, y en ocasiones llegaron incluso a rebasar el 90%, había terminado", asegura Laffer en su obra. Incluso con la llegada a la Casa Blanca de Bill Clinton, las rebajas de impuestos continuaron y con ello se mantuvo el periodo de expansión económica en EEUU. Pero no solo EEUU y Reino Unido. Stephen Moore, un economista americano liberal, explicaba en uno de los 'índices de libertad económica' que se publican de forma anual, que el tipo medio del impuesto sobre la renta personal entre los países industrializados en 1980 era del 68%. El tipo cayó al 50% en 1995, mientras que en la actualidad ronda el 45%.

Esto supone que los tipos medios del impuesto sobre la renta personal en la parte superior de la escala de ingresos (el tipo marginal) ha caído en más de un tercio. En lo que respecta al impuesto de Sociedades, el impulso de la reducción de impuestos es aún más pronunciado. El tipo impositivo promedio en las naciones industrializadas ha caído a la mitad, desde el 48% al 25% desde el comienzo de la era Reagan.

Simplificar el sistema fiscal

Parece evidente que Laffer ha influido de forma definitiva en los sistemas fiscales de medio mundo y, sobre todo, en los de los países anglosajones. Sin embargo, Laffer cree que aún existe un gran margen de mejora. Aunque los tipos impositivos están lejos de los niveles del pasado (hoy son más bajos, tanto para las personas como para las empresas), los gobiernos han cometido el error de llenar sus sistemas fiscales de subterfugios, atajos, cláusulas etc. que complican el sistema sobremanera, destrozan su simplicidad y reducen la eficiencia.

El principio de eficiencia se refiere a la capacidad de cumplir una meta, con la menor cantidad de procedimientos y recursos; por lo que en materia tributaria se refiere a la capacidad de imponer tributos y recolectarlos de la forma más sencilla. Laffer pone el acento este aspecto que mejoraría la recaudación y simplificaría el trabajo para los sujetos pasivos (los que pagamos los impuestos).

"Las conclusiones que hemos esbozado aquí (en el libro) son básicas y no deberían ser particularmente controvertidas. Nuestro sistema fiscal actual es una mezcolanza confusa y compleja de lagunas fiscales junto con una progresividad extrema. Un sistema fiscal mucho mejor tendría tres características principales: tendría una base imponible lo más amplia posible. Tendría el menor número posible de deducciones, exenciones, exclusiones y créditos. Y sería un impuesto fijo (flat-tax) con un tipo bajo para proporcionar los menores incentivos para evadir, evitar o no declarar ingresos sujetos a impuestos", sentencia este experto.

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