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La historia del precio del dinero: del Código de Hammurabi a la esperada alza de tipos del BCE

  • El Banco Central Europeo eleva los tipos de interés después de 11 años
  • El dinero tiene un precio desde hace muchos siglos...
  • ...aunque la religión y la filosofía siempre lo han puesto en entredicho
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El Banco Central Europeo (BCE) ha subido los tipos de interés este 21 de julio. Se trata del primer incremento de los tipos en la eurozona en 11 años, dando paso a un nuevo capítulo en la historia del precio del dinero. Una historia que se remonta a muchos siglos atrás.

"El dinero puede intercambiarse por bienes y servicios". Este es el sencillo argumento que el cerebro de Homer da al emblemático personaje de la serie televisiva Los Simpson para convencerse a sí mismo de que era mejor haber encontrado un billete de 20 dólares debajo del sofá que el cacahuete que se le había caído. Una descripción simple sobre qué es el dinero: eso que inventó el ser humano hace milenios para pagar cosas (bienes o servicios) a las que previamente se les pone un precio. Pero es igualmente importante saber que el propio dinero también tiene precio, conocido como interés. Es más: se sabe que ya lo tenía incluso antes de que se acuñaran las primeras monedas. ¿Cómo es posible?

En algún momento del pasado las personas se cuestionaron qué ventaja sacaban aquellos que prestaban algo a otros, dejando de disponer ellos mismos de ello, a cambio de nada. "Lo más probable es que el préstamo con interés naciera con el mismo dinero", explica a elEconomista.es Rafael Barquín, profesor titular de Economía Aplicada e Historia Económica de la UNED.

Es imposible saber cuándo sucedió exactamente eso, pero sí es bastante revelador que los textos legales de las primeras grandes civilizaciones ya regulaban las condiciones de los créditos.

Ojo por ojo... pero intereses con límites

Alrededor del 1800 antes de Cristo (a. C.) Hammurabi, sexto rey de la primera dinastía de Babilonia, ordenó hacer un compendio de leyes para unificar las diferentes normas del imperio. Así nació el famoso Código de Hammurabi, uno de los primeros códigos legales de la Historia. El conjunto de leyes (282 en total) fue cincelado en una enorme pieza de basalto negro que en la actualidad puede contemplarse en el Museo del Louvre de París.

Además de contener una de las versiones más antiguas de la ley del talión (o el ojo por ojo), el Código de Hammurabi es relevante por regular la relación entre acreedores y deudores. En concreto, las leyes babilónicas establecían que el interés máximo en los préstamos de plata era del 20% anual. También fijaba en algo más del 33% el 'tope' para el interés de los préstamos de grano, reembolsables en especie, según recogió el economista estadounidense Sidney Homer en su libro A History of interest rates (Una Historia de tipos de interés).

Asimismo, el Código de Hammurabi estipulaba que si un acreedor cobraba un interés superior al permitido, se cancelaba el principal de la deuda. Y en Babilonia se podían pignorar por las deudas (dar como garantía de pago) las tierras y los bienes muebles, e incluso se podía pignorar uno mismo, así como la esposa, la concubina, los hijos o los esclavos. Eso sí, la esclavitud personal por deudas no podía exceder de los tres años.

Las leyes de Solón y las Doce Tablas

El tiempo pasó y las cosas cambiaron. En el siglo VI a. C., el sistema de poder aristocrático en la antigua Grecia comenzó a colapsar. Se generalizó la esclavitud como interés o forma de pago. Los campesinos, incapaces de pagar los arrendamientos de las tierras cuando las cosechas eran malas, terminaban convirtiéndose en esclavos para afrontar las elevadas deudas que les imponían los terratenientes. Y poco a poco cada vez más personas de pleno derecho fueron perdiendo su libertad en Atenas.

De esta manera, en el 594 a. C., en plena crisis social del Imperio griego, Solón llegó al poder tras ser elegido gobernante (arconte) y llevó a cabo una reforma legal que daría como resultado las famosas leyes que llevan su nombre. Estas no estaban inscritas en piedra, sino en una especie de tablillas, y estuvieron vigentes durante siglos. Y al contrario que el Código de Hammurabi, eliminaron todos los límites de los intereses y prohibieron la esclavitud por deudas.

Más adelante, en torno al 450 a. C. y en el Imperio romano, una comisión fue encomendada para elaborar un nuevo código de leyes que recortara los privilegios de los aristócratas y los pontífices. Para ello, tres hombres fueron a Atenas con el fin de estudiar las leyes de Solón e inspirarse, pero la resultante Ley de las XII Tablas romana (que fue inscrita en doce tablillas de bronce) sí puso límite al interés de los préstamos: del 8,3% anual. Los intereses superiores se penalizaban con el cuádruple de los daños. Además, se permitía la esclavitud personal por deudas, pero, en teoría, se protegía el bienestar físico del esclavo (esto es, del que lo era por una deuda, no desde su nacimiento).

Del rechazo absoluto a la usura a la normalización de los intereses

Por tanto, ya en la Antigüedad se percibía el dinero como un bien que sirve para intercambiar otros bienes, y de la misma manera que estos podían ser cedidos por un precio, el dinero también podía serlo a cambio de un interés. "No hay ningún misterio en ello", asegura Rafael Barquín. "Por eso, donde aparece uno [el dinero] enseguida vemos al otro [el interés]", añade el profesor de la UNED.

No obstante, el precio del dinero no ha estado exento de polémica a lo largo de los siglos. Todo lo contrario. Son numerosas las voces en contra de los intereses, considerando su mera existencia como usura. Varios de los filósofos más conocidos de la Historia fueron sus mayores críticos al entender que la concesión de préstamos tenía consecuencias negativas para la sociedad.

Entre ellos destaca Aristóteles, quien, según sus propias palabras, aborrecía "con la mejor razón" el interés (al que él llamaba directamente usura) dado que "la ganancia, en ella, procede del mismo dinero, y no por aquello para lo que se inventó", el intercambio de bienes. "El interés es dinero nacido de otro dinero. De forma que de todos los negocios este es el menos natural", aseveró el padre de la filosofía occidental (junto con Platón, que también rechazaba el interés del dinero).

"El interés es dinero nacido de otro dinero. De forma que de todos los negocios este es el menos natural"

Barquín destaca que esas opiniones se basaban "en préstamos que se venían realizando en el comercio y la agricultura desde hacía muchísimo tiempo". En la misma línea, Sidney Homer revela en su libro que en la Atenas clásica se prestó dinero a un interés incluso del 48% mensual.

Más adelante en el tiempo fue la Iglesia católica la que condenó por completo los créditos con intereses. La usura era (y sigue siendo) pecado. También en el islam, que la denomina riba.

La Iglesia considera que el tiempo es un bien de Dios, que no pertenece a los seres humanos, por lo que no es correcto aprovecharse a través del cobro de intereses. Así, la doctrina católica proponía prestar sin buscar una ganancia, basándose en algunos pasajes de la Biblia. Pero dentro del cristianismo también hubo voces en contra de esta visión, apunta Felipe Sánchez, profesor de la Escuela de Empresarios (EDEM), quien destaca al teólogo y economista navarro Martín de Azpilicueta: este justificó en su libro De usuras y simonía (1569) el cobro de intereses para que el prestamista tenga un salario.

Así las cosas, el precio del dinero se mantuvo a lo largo de la Edad Media "mediante mecanismos financieros que lo encubrían. De forma señalada, el giro de letras de cambio con cláusulas (cambio de monedas, penalizaciones por retrasos...) que suponían un pago implícito de interés", relata Barquín.

Además, a los judíos lógicamente no les afectaba la prohibición canónica, por lo que siguieron haciendo préstamos. Por tanto, los intereses de los créditos eran realmente el pan de cada día.

El tiempo siguió pasando y fue en la Edad Moderna cuando las prohibiciones religiosas cayeron casi en el olvido. La Reforma protestante, que comenzó en el siglo XVI, fue realmente importante en este sentido. "Pero también las monarquías europeas, muy especialmente la española, que tenían necesidad de endeudarse para obtener dinero con el que sostener el Ejército y la Armada", señala Barquín. "El préstamo con interés se convirtió en algo tan frecuente que acabó normalizándose", resume este historiador económico.

En 1821 el Santo Oficio reconoció que el préstamo con interés no es pecado, apunta Sánchez en sus respuestas a este periódico. Mejor dicho: la doctrina católica sigue considerando pecado el interés del préstamo, aunque solo si es usurero. Un matiz importante a la par que confuso y abierto por completo a interpretación. "¿Dónde termina el interés 'justo' y empieza el usurero? No hay una respuesta sencilla", reflexiona Rafael Barquín.

Bancos centrales y los tipos de interés

Una vez que el dinero tiene precio y esto está más que asumido por la sociedad, ¿en qué momento es la banca central la que se responsabiliza de él? Se podría decir que la conexión entre los organismos monetarios y los tipos de interés fue afianzándose en el siglo XIX, cuando los bancos centrales se hicieron con el monopolio de la emisión del papel moneda (los billetes) y, con ello, se convirtieron en la referencia de sus respectivos sistemas financieros.

Dicho periodo coincidió con la extensión del patrón oro a un buen número de naciones europeas, lo que implicaba una cierta disciplina monetaria que solo esos bancos centrales podían imponer.

Dos siglos antes, en 1609 se creó el Banco de Ámsterdam, considerado el primer gran banco central. Aunque el primer organismo monetario moderno nació un poco más adelante, en 1694: fue entonces cuando se instituyó el Banco de Inglaterra (o BoE), que, aunque no se creó como un banco central, "sí que fue el primer banco que empezó a comportarse como tal", matiza el profesor de la UNED.

En sus orígenes el BoE no solo era una entidad que hacía cobros y pagos en nombre del reino británico, sino que también iba asumiendo funciones de política monetaria (por ejemplo, respaldar la libra esterlina). Pero no fue hasta 1844 cuando el parlamento británico aprobó la Bank Charter Act, con la que estableció los cimientos de los bancos centrales modernos al conceder al Banco de Inglaterra la exclusividad para emitir moneda, resalta Felipe Sánchez.

La mayoría de los demás bancos centrales actuales fueron surgiendo en el siglo XX. En 1913 se creó en Estados Unidos la Reserva Federal (Fed), la mayor entidad monetaria del mundo hoy en día. Y en 1998 nació el Banco Central Europeo (BCE), aunque este pasó a ser una institución de la Unión Europea (UE) ya en el siglo actual, en 2009.

El Tratado de Funcionamiento de la UE (TFUE) es el que establece la razón de ser del BCE: su "objetivo principal" es "mantener la estabilidad de precios" en la eurozona, esto es, en los 19 países que tienen el euro como divisa (el año que viene ya serán 20 países). Su objetivo de inflación es simétrico del 2%, por lo que la mencionada estabilidad parece actualmente casi una utopía: el índice de precios al consumo (IPC) escaló en junio a un máximo histórico del 8,6% anual.

Del shock del petróleo al Whatever it takes de Draghi

Pese a su 'corta' existencia, los bancos centrales han tenido que hacer frente a profundas crisis económicas y momentos especialmente delicados a lo largo del siglo pasado y de este. El más reciente (y aún coleando): la pandemia de covid-19

Pero antes de eso, en los años 80, la Fed estadounidense tuvo que encarar una inflación que alcanzó el 14,8% por el alza de los precios del crudo a raíz de la primera crisis del petróleo. El entonces presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, pasó a la historia por elevar a pasos agigantados los tipos (del 11,9% en 1979 a un pico del 20% en 1981), lo que provocó una recesión en EEUU a principios de los años 80. "Pero la inflación fue contenida, pues cayó por debajo del 3% en 1983", recuerda Sánchez.

A principios de este siglo tuvo lugar la crisis de las hipotecas subprime y la quiebra de Lehman Brothers. Así, si en 2006 los tipos de la Fed estaban en el 5%, en 2008 el organismo se vio obligado a reducirlos al 1%.

En cuanto a la eurozona, muchos recuerdan vivamente la crisis de deuda que comenzó en 2010, cuando se llegó a dar prácticamente por hecha la caída del euro. El entonces presidente del BCE, el italiano Mario Draghi, pronunció su famoso "whatever it takes" ("lo que haga falta") para mandar un mensaje de firmeza a los mercados. Además, la institución fue reduciendo el precio del dinero (para estimular la economía) hasta que en junio de 2014 lo situó en los actuales mínimos históricos.

El BCE sube tipos: ¿qué hacer con tu dinero?

Después de un viaje a lo largo de miles de años llegamos al momento actual, julio de 2022, en el que el Banco Central Europeo ha subido los tipos de interés por primera vez en 11 años. Un hecho que afectará de forma directa e indirecta a nuestros bolsillos.

"De entrada, la primera consecuencia que podemos observar con facilidad es el fuerte encarecimiento de los préstamos, tanto personales, como empresariales o hipotecarios. Endeudarse es más caro y complejo", explica Gabriel Rodríguez, cofundador del comparador de productos bancarios Sin Comisiones. En el caso concreto de las hipotecas, aquellos que la tengan a tipo variable y referenciada al euríbor pueden acabar pagando 600 o 700 euros más al año si el indicador se sitúa entre el 0,5% y 1%, asegura.

Sin embargo, también hay un lado positivo: "Nuestros ahorros en depósitos, cuentas corrientes e inversiones en renta fija (como bonos o deuda pública) comenzarán a rendir más con el tiempo", indica Rodríguez en sus respuestas a elEconomista.es. Y las personas que tengan hipoteca a tipo fijo saldrán beneficiadas: sus cuotas se mantendrán intactas.

Con todo, hay que tener presente que el panorama económico actual es 'borroso' y está lleno de incertidumbre: la subida de tipos del BCE, que implicará un enfriamiento de la economía, se va a producir en un momento en el que la actividad ya se está frenando bruscamente y un escenario de recesión (o crisis) va ganando enteros. De hecho, hay analistas que ponen fecha a una nueva bajada del precio del dinero, antes si quiera de que el Banco Central Europeo lo hubiera incrementado.

"No hay valores refugio claros"

"Todo dependerá de los datos de inflación de agosto y septiembre. Si la inflación sigue disparada podremos ver subidas más fuertes de las esperadas, algo que sin duda impactará fuertemente en las economías y en las bolsas", asegura Gabriel Rodríguez.

Así las cosas, es difícil tomar decisiones con nuestro dinero. "Lo lógico sería apostar por activos muy conservadores, pero realmente ya no hay nada seguro. No hay valores refugio claros", lamenta Barquín. Las alzas de tipos elevarán previsiblemente las rentabilidades de depósitos y renta fija (activos considerados seguros), pero estas seguirán siendo muy inferiores a las tasas de inflación. En otras palabras: se perderá poder adquisitivo teniendo el dinero ahí metido.

"Quizás lo mejor sea comprar activos que, con independencia de su revalorización o rentabilidad, sigan siendo útiles desde la perspectiva del comprador; es decir, vivienda" opina el profesor de la UNED, quien recomienda, a "quien puede permitírselo", tener una cartera "muy, muy diversificada" en compañías tecnológicas, incluidas start-ups. "La Historia demuestra que la tecnología es el 'activo' que más se revaloriza a largo plazo", argumenta.

Pase lo que pase, lo mejor que se puede hacer es mantenerse informado y seguir de cerca este nuevo capítulo de la historia económica.

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