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Conferencia Next Generation eE

Las empresas extremeñas no tienen complejos a la hora de aspirar al acceso de los fondos Next Generation de Bruselas, como tampoco lo tiene la región en su conjunto como ha apuntado el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara en la primera Conferencia Fondos Europeos para la recuperación Next Generation organizada en Cáceres esta mañana por elEconomista y patrocinado por Extremadura Avante, Ibercaja e Ingenostrum.

El mercado no augura un gran futuro al Banco Sabadell y esa percepción se refleja en que su capitalización bursátil, que es tan solo un 18% de su valor contable, menos de la mitad del resto de las grandes entidades españolas. El lastre de su filial británica y su baja rentabilidad, junto con una gran exposición a Pymes, han hecho pagar a la entidad una pérdida de valor desde 2018 que se agudiza a partir de la pandemia. Así, un valor tan bajo y sin perspectivas de que se enderece la convierte en un objetivo financieramente atractivo para ser adquirida, si el comprador puede lidiar con la reestructuración del negocio que se precisa para incrementar su rentabilidad.

El proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2021, una odisea en el espacio presupuestario, va a ser la cinta de ficción, en este caso sin ciencia, menos creíble de la historia. Las escenas más espeluznantes serán las del cuadro macro, la previsión de ingresos y el incremento de gastos, en un film cuyo desenlace será, con casi toda seguridad, desastroso.

El resiliente Sánchez, cuya nefasta gestión de la pandemia ha contribuido al mayor descalabro económico de Europa y casi del mundo, dice ahora que lo va arreglar puliéndose 72.000 millones de euros de los programas europeos en los próximos 3 años. Y va y le pone una cifra a los puestos de trabajo que va a crear, como si no supiéramos ya que jamás ningún político creó puesto de trabajo alguno, puesto que son las empresas las que los crean si les dejan. Esa mágica cifra es de 800.000 nuevos trabajadores y es un número exacto al que hace décadas dijo que iba a crear otro socialista, Felipe González. Entonces, la broma que circuló es que lo que quería decir es que iba a crear 800 o 1.000 y que en realidad no le habíamos entendido.

Si cuando compras una empresa, en lugar de pagar, cobras, es que lo que compras vale menos que nada. En la absorción de Bankia por CaixaBank, esta última adquiere la primera con un beneficio contable de unos 7.000 millones por el fondo de comercio negativo al valorar Bankia muy por debajo de su valor en libros. ¿Es posible que una entidad en funcionamiento con millones de clientes valga menos que su Patrimonio Neto? Para el mercado bursátil así parece ser, puesto que la valoración por la que se ha optado para la transacción es solo algo menor que el valor razonable del banco, es decir, su precio de mercado en base a su cotización. En este caso, quien realmente vende la entidad es el Estado, que a momento presente asume unas pérdidas extraordinarias en la operación frente a sus aportaciones de capital de aproximadamente 20.000 millones, aunque de momento son pérdidas latentes porque dependerá del momento en que decida vender las acciones que va a recibir de CaixaBank.

Es una obviedad que la Jefatura del Estado debe mantener un comportamiento ejemplar, fuera de toda duda. En base a eso, se entiende que el Rey actual quiera separar su forma de entender su función de la del anterior monarca, distanciando a su propio padre. Durante años gozó el Rey Emérito de la protección de la prensa y sus asuntos privados, fueran los que fueran, no transcendían aunque se conocieran por los medios. Pero todo aquello ya es historia y no hay asunto que pueda hurtarse al conocimiento o debate público aunque afecte al Rey o a su familia. Felipe VI está mucho más expuesto al escrutinio público que lo estuvo su padre durante buena parte de su reinado y siente una presión mediática y política que le motivan para realizar todo tipo de gestos que trasladen a la opinión pública su transparencia, honestidad y entrega a la alta representación que ostenta.

La pertenencia a la Unión Europea es una bendición para España, pero no porque nos vaya a entregar el maná con el que salir de esta crisis, que es imposible, sino porque va a someternos a un más estrecho control del presupuesto. Sánchez ha demostrado que no estaba muy interesado en el saneamiento de las cuentas públicas y desde que gobierna se ha entregado al gasto y al déficit estructural. De pronto, la economía se desmorona y sus ansias de gastar van a tropezar con un presupuesto aún más desequilibrado y falto de ingresos. Ahí es donde se hace necesaria la tutela para evitar el riesgo de que el cortoplacismo, el electoralismo y el ansia de propaganda conduzcan a España a un punto sin retorno de déficit y deuda, situación que en nada conviene a la Unión Europea y a la estabilidad del euro. Para pedir, algo hay que dar, y en ese sentido se enmarca la nueva actitud alemana de consentir el endeudamiento de la Comisión y las subvenciones a fondo de perdido, impensable hace tan solo unos meses, a cambio de que los beneficiarios vayan poniendo solución a sus graves problemas.

En este Gobierno lo que se manejan bien son los números imaginarios, que como es sabido se emplean en física cuántica, y eso le servirá a la larga para encontrar cuántos. Cuántos han fallecido y cuántos han enfermado, cuántos se han arruinado y cuántos van al comedor social. Puede que no lo sepan, pero lo que es seguro es que no quieren que lo sepamos. Si el dato incomoda, acabemos con el dato.

El Gobierno sigue empeñado en gestionar la epidemia de coronavirus como en la Edad Media. Al frente no ha estado un científico, sino un funcionario-político que, transportado a la actualidad desde el medievo y reo de sus propios errores, ha dado la receta de parar el país para que le diera tiempo a diseñar un Excel, que es toda la aportación que ha realizado a la epidemiología moderna. El nulo diagnóstico de la evolución de la epidemia en España y la falta de criterio sobre su desarrollo, han llevado a una serie de errores en la gestión que hemos pagado y vamos a pagar todos los españoles muy caro. Se dirá que ahora es fácil decirlo, pero se supone que un experto lo es en tanto en cuanto es capaz de anticiparse al futuro y tomar decisiones inteligentes. Lo que se ha hecho en España es lo mismo que se hacía en el siglo XV y para eso no es necesario ni tener estudios. Te quedas en casa, paras el país entero, destrozas la economía para un lustro y además no evitas la muerte de casi 40.000 españoles. Eso sí, qué bonito te está quedando el Excel, aunque esté mal hecho. Y la desescalada por fases no es que sea de la Edad Media, es de la Edad de Piedra.

Esta crisis nos ha hecho percibir cómo somos altamente dependientes de las manufacturas exteriores, principalmente procedentes de China, y que un colapso en el mercado nos produce fácilmente desabastecimiento de productos básicos porque hemos perdido o nunca tuvimos la capacidad de producirlos. Si alguna lección podemos aprender es que la industria española debe reforzarse no solo para poder dar respuesta con independencia a nuestras necesidades de abastecimiento sino por su menor volatilidad a la hora de mantener sus estructuras productivas en los peores momentos. La industria, en general, aguanta mejor las crisis que el sector servicios, que tiende a desplomarse con más facilidad ante coyunturas adversas. Alemania es fiel ejemplo de lo que decimos, pues con una contribución de aproximadamente un 24% a su PIB, la industria le proporciona estabilidad, trabajo de calidad y superávit en su balanza comercial, como se ha visto en la última crisis y como se verá en la que acaba de comenzar.