Economía

Una sequía severa aumentaría 1,5 puntos porcentuales la inflación

  • Es una amenaza inminente que afectará de manera significativa a la economía española
  • Algunas áreas de la península Ibérica están experimentando la sequía más intensa en 1.200 años
  • Temperaturas más extremas, subida del nivel del mar, desertización, olas de calor ...
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España experimentó su mes de enero más cálido registrado desde 1961, y el año anterior fue el segundo más caluroso en el país y algunas áreas de la península Ibérica están experimentando la sequía más intensa en 1.200 años. Ante esto, el Banco de España ha lanzado recientemente una alerta sobre las consecuencias económicas devastadoras que podría acarrear una sequía o una ola de calor "severa" en España. En palabras de su gobernador, Pablo Hernández de Cos, dichos fenómenos climáticos podrían restar hasta un 1,3 puntos porcentuales del Producto Interno Bruto (PIB) real del país para finales de siglo, en caso de que la temperatura media global aumente en tres grados.

Además, la emergencia climática también amenaza con desencadenar una nueva espiral inflacionaria. Se estima que podría incrementar la inflación en 1,5 puntos, afectando de manera significativa a sectores como la construcción, las industrias extractivas, la pesca y el transporte.

Estas advertencias resaltan la preocupación de las autoridades financieras ante los impactos negativos del cambio climático en la economía española. Hernández de Cos subrayó la necesidad de tomar medidas urgentes y eficaces para mitigar los efectos adversos del calentamiento global, no solo para proteger el medio ambiente, sino también para salvaguardar la estabilidad económica del país.

Se estima que el volumen total de las producciones agrarias sufrió una disminución del 8%, mientras que los precios experimentaron un aumento del 12%. Según la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), este fue considerado el peor año en la historia registrada por los impactos climáticos. Por su parte, diversas organizaciones provinciales de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja) resaltaron los problemas ocasionados por la sequía, así como el incremento en los costes de producción.

A esto se le suma la aparente paradoja entre los datos meteorológicos y la crisis hídrica que enfrentó España durante el año hidrológico 2022-2023, que revela una realidad compleja. A pesar de que las precipitaciones estuvieron un 13% por encima de lo habitual, estas se distribuyeron de manera irregular en el territorio, exacerbando los efectos de varios años de déficit de lluvias. Al cierre del año, los embalses en regiones como Cataluña, Andalucía y la Región de Murcia se encontraban por debajo del 20%, lo que llevó a la implementación de restricciones en el suministro de agua.

Esta situación pone de manifiesto la necesidad urgente de replantear el enfoque hacia la gestión del agua y el territorio. No obstante, los expertos consultados por este medio coinciden en que aumentar el regadío o permitir el consumo desmedido por parte de las industrias no es una solución sostenible. Es imperativo revisar los proyectos económicos con una visión integral que considere el impacto en el entorno natural y la calidad de vida de los ciudadanos.

Disminución de los ingresos netos

La escasez de lluvias, acompañada de sucesivas olas de calor que padecemos más allá de los meses de verano, han desencadenado una disminución significativa en la producción agrícola. El suministro en los mercados se ha visto mermado y la calidad de los productos disponibles ha disminuido notablemente. Según el gobernador, el impacto negativo persistiría durante aproximadamente tres años, con un consumo de capital bancario explicado principalmente por el aumento de las pérdidas por deterioro y la disminución de los ingresos netos, en concordancia con la reducción de la actividad económica. El sector agrícola será uno de los más afectados, ya que el crédito destinado a estas actividades se reduciría en aproximadamente 25 puntos básicos a lo largo de un período de 20 años tras un aumento de un punto en el índice de aridez.

La desertificación, por su parte, se relaciona con una disminución en el volumen de crédito a empresas. El Banco de España estima que un aumento de un punto en el índice de aridez genera una caída de 20 puntos básicos en el volumen de crédito a largo plazo, si bien se requieren entre diez y quince años para que este efecto sea estadísticamente significativo.

¿Qué sectores se llevan la peor parte?

Hay sectores que parecen llevar la peor parte en el baile impredecible del clima. Según las proyecciones del Banco de España, la agricultura, la construcción, las industrias extractivas, la silvicultura y la pesca, junto con el intrincado entramado del transporte, son los que sufren el embate más feroz de las inclemencias meteorológicas.

Además, el sector financiero enfrenta una exposición significativa a los riesgos climáticos al financiar otros sectores, lo que puede afectar los ratios de solvencia en caso de sequías o olas de calor extremas, con una reducción estimada de 0,2 puntos porcentuales en la ratio de CET1 de las entidades españolas.

Este pronóstico sombrío no es nuevo. A lo largo de los años, España ha experimentado sequías recurrentes que han dejado una huella profunda en sectores clave como la agricultura, la ganadería y el sector servicios. La combinación de altas temperaturas y escasez de agua ha ejercido una presión constante sobre los precios de los productos agrícolas y ganaderos, afectando así a toda la cadena de suministro.

Lo que resulta aún más preocupante es la retroalimentación entre estos sectores. La falta de agua reduce la producción agrícola y ganadera, lo que a su vez impulsa al alza los precios de los alimentos. Esta escalada inflacionaria afecta directamente al sector servicios, que se ve obligado a ajustar sus precios para hacer frente a los mayores costos de materias primas y productos básicos. La situación se vuelve aún más desalentadora cuando se considera el impacto a largo plazo. Los análisis de tendencias indican que estas sequías no son eventos aislados, sino parte de un patrón más amplio de cambios climáticos que afectarán de manera continua a España en los años venideros.

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