Bolsa, mercados y cotizaciones

El dinero sigue entrando en fondos sostenibles, pese al "hastío" de la inversión ESG

De izq. a dcha., Andrea González (Spainsif), J. C. Méndez (EVO Banco), R. Jaureguízar (Pictet AM), A. Andreu (U. Navarra), I.Serrats (CFA Society), J. González (Tressis) y R. Pedraz (Afi).

Algo está pasando con la inversión ESG (la que se realiza en base a los criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo). En Estados Unidos hace muchos meses que se desató un movimiento anti sostenibilidad por parte de los republicanos. El motivo allí es muy claro y muy político: la inversión sostenible excluye de las carteras, en muchos casos, los combustibles fósiles, algo que no interesa a aquellos Estados cuyas economías están profundamente ligadas al petróleo y al gas. Todas las noticias sobre inversión sostenible en elEconomista ESG.

En el ámbito de la gestión de activos, han sido noticia las salidas de grandes gestoras de fondos estadounidenses, como JP Morgan y Pimco, de una iniciativa muy conocida en favor del clima: la Climate Action 100+. Se interpretó como un paso atrás en su compromiso, y como una muestra de que el rechazo al ESG en EEUU es tan fuerte que muchas firmas ya optan por disimular o silenciar sus acciones sostenibles. Teresa Ribera, Vicepresidenta Tercera del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica, aprovechó su intervención en un evento de ING el mes pasado para dar a esas grandes gestoras un tirón de orejas.

En Europa, el panorama es otro. Esta región ha liderado la implantación de la regulación de finanzas verdes (a través del Plan de Acción sobre finanzas sostenibles). Aquí no existen esas guerras políticas. Pero sí se palpa un "cansancio ESG", expresión que usó Rocío Jaureguízar, senior sales manager especialista en inversión responsable en Pictet AM en España, en el último Encuentro ESG de elEconomista.es. "Percibimos un ESG fatigue, que es un término que estamos utilizando mucho internamente en el sentido de agotamiento, cansancio".

Alberto Andreu (Universidad de Navarra), resume la carga normativa: "En 2011, en el seno de la UE había 11 iniciativas regulatorias catalogadas como ESG. En 2021 eran 511"

"La inversión socialmente responsable se creó en Europa con un toque de fanatismo que caló en el lado de los inversores, mediante prohibiciones de determinados sectores, y esto ha tenido consecuencias", señalaba recientemente Iván Martín, presidente de Magallanes Value Investors, en una entrevista a elEconomista. Afirmaba que el "hostil" entorno regulatorio crea "microdesventajas competitivas entre las compañías europeas respecto a sus homólogas norteamericanas". La realidad del tsunami regulatorio de las finanzas sostenibles europeas la resume Alberto Andreu, profesor de la Universidad de Navarra: "En 2011, en el seno de la UE sólo había 11 iniciativas catalogadas de ESG. Diez años después, en 2021, llegamos a tener hasta 511".

Iñigo Serrats, miembro del Comité de Sostenibilidad de CFA Society Spain, considera que se ha pinchado la especie de burbuja que se había creado en torno a la inversión ESG. "En algún momento se produjo un gran salto, una moda repentina, en el mundo de la gestión de activos, al irrumpir una nueva generación de inversores que, de repente, empezaba a tener más dinero y a ser más sensible hacia estas cuestiones. La gestión de activos se movió muy rápido en esa dirección. Y lo que ocurre en este tipo de movimientos tan eléctricos es que son pendulares". A ojos de Serrats, que es cofundador de Impact Bridge, boutique especializada en inversión de impacto, después de esa gran ola, "hay mucha espuma, espuma que posteriormente se asienta para que, finalmente, todo continúe en esa misma dirección". La clave, añade, es que los que llegaron demasiado rápido se habrán tenido que marchar.

Captaciones en inversión ESG

En cualquier caso, el dinero sigue dirigiéndose a los fondos de inversión sostenible. Lo recalca Jorge González, director de Análisis de Tressis: "Es cierto que se ha producido muchísimo ruido en contra de la sostenibilidad, pero la realidad es que sigue entrando dinero". Según los datos de Bloomberg y State Street, hasta el 16 de febrero habían entrado en 2024 más de 6.000 millones de dólares en productos con criterios socialmente responsables. En los últimos 6 meses son ya 27.000 millones. "Además, si nos fijamos en qué activos ha entrado más dinero, precisamente ha sido en renta variable estadounidense, justo el país donde se encuentra el foco de todo ese ruido", añade González. Un informe de Morningstar y Morgan Stanley de finales de febrero muestra que también los fondos de inversión sostenible europeos recibieron flujos positivos en 2023: estos vehículos "captaron 144.000 millones de dólares en 2023, de los que 18.000 entraron en el cuarto trimestre", se señala en el documento. La mayoría de esas entradas fueron a fondos de gestión pasiva.


En opinión de Ricardo Pedraz, consultor de Afi especializado en riesgos climáticos y de sostenibilidad "en la transición climática hay un fallo de mercado claro. Es necesario movilizar fondos y proyectos más rápidamente que hasta ahora". En el Viejo Continente, la canalización de la inversión y los avances sostenibles "se están realizando vía regulación y vía estandarización de mercado. Eso es muy europeo. Pero falta esta parte, muy anglosajona en concepto, y creo que imprescindible", explica este experto. Se refiere a la colaboración público-privada, que acelere "las decisiones de financiación privada, que son imprescindibles", añade. En Estados Unidos, la IRA (Inflation Reduction Act) es un claro modelo de apoyo en este sentido, y también en la útima COP28 en Dubai se realizaron apuestas de este tipo. Movilizar capital para realizar el giro verde y digital que Europa necesita es un imperativo, teniendo en cuenta que, según ha estimado el expresidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, la UE precisará unos 500.000 millones de euros anuales para llevar a cabo dicha transición.

"Esa ola anti ESG que viene del otro lado del Atlántico es una muestra de que todo el esfuerzo que está realizando la UE en finanzas sostenibles sí está siendo efectivo; si la inversión sostenible europea, tal y como se está planteando en el marco regulatorio, fuese cien por cien inocua, no se habría generado lo que considero una reacción geopolítica", opina Andrea González, directora general de Spainsif, plataforma que promueve la inversión sostenible en España.

'Esconder' la ESG

"No voy a usar la palabra ESG porque ha sido mal utilizada por la extrema izquierda y la extrema derecha", señaló Larry Fink, CEO de BlackRock, a mediados de 2023. Las gestoras empiezan a silenciar sus iniciativas sostenibles. ¿Es un tema de etiquetas? ¿Habría que dejar de utilizar el acrónimo ESG? En palabras de Alberto Andreu, "está claro que hace unos años la sostenibilidad era un punto de encuentro y ya no lo es, pero no creo que dejar de usar ese acrónimo sirviese de mucho, porque en el fondo seguimos hablando de lo mismo: gestionar riesgos y buscar oportunidades". Por su parte, José Carlos Méndez, dircom de EVO Banco, sí piensa que "la jerga es importante, porque es lo que envuelve una propuesta de valor; y en ocasiones las marcas se agotan de tanto utilizar conceptos como el de ESG".

Ricardo Pedraz (Afi) considera que, aunque "el debate anti ESG haya florecido" en los últimos tiempos, lo que ha venido para quedarse en el mundo de la inversión es la utilización de los criterios ESG para reducir los riesgos en las carteras. "Casi nadie considera ya que los factores ESG deban excluirse a la hora de valorar una inversión o financiación; eso está ya fuera de toda duda". El impacto de las cuestiones ambientales, sociales o de gobernanza sobre las cuentas y sobre la cotización está más que claro. Los factores ESG son relevantes hoy y lo seguirán siendo a futuro, afirma; "donde ha estado el ruido, el foco de ese movimiento anti sostenibilidad, es en las decisiones de determinados instrumentos que imponen limitaciones sectoriales y excluyen a industrias concretas [como la petrolera]. En esta misma línea, Andrea González (Spainsif) también apela a que no olvidemos "el business case o la lógica inversora detrás de la incorporación de la información no financiera a la toma de decisiones".

No compensa etiquetarse como fondo 'verde'

En los últimos años, las empresas europeas, incluidas las gestoras de activos, han sufrido un auténtico aluvión de regulaciones. Las gestoras sufrieron en sus carnes la dureza de hacer encajar su gama de producto en la clasificación incluida en la SFDR (Sustainable Finance Disclosure Regulation), que establece dos tipos de fondos sostenibles: los artículo 8 (que tienen "características ESG") y los artículo 9 (los más puros, al perseguir un objetivo de sostenibilidad concreto y tener que demostrarlo). Tres años después, el 56% de los activos en fondos en la UE ya son 8 o 9, pero estos últimos, que son los más puros en sostenibilidad, arañan sólo un 3%.

Muchas gestoras afirman que, debido a las exigencias y a los costes, no les compensa clasificar sus fondos como artículo 9, incluso aunque por su naturaleza lo sean. De hecho, muchísimos vehículos que inicialmente se clasificaron como '9' decidieron rebajarse a '8' posteriormente. "Es muy importante el coste que implica para las gestoras no muy grandes demostrar que siguen criterios socialmente responsables medidos en base a lo que está pidiendo a día de hoy el regulador", lamenta Jorge González. Las gestoras se encuentran, entre otras cosas, con que se les exige divulgar datos sobre sus fondos que sus empresas participadas todavía no están obligadas a reportar. Ya no es sólo lo que exija Europa: "La Comisión Nacional del Mercado de Valores es tremendamente exigente en temas de sostenibilidad", y todos estos requerimientos "provocan un hastío por parte de las gestoras porque, al final implican medios, gente, tiempo", añade González.

¿Qué regulaciones hacen más daño a las cuentas de las empresas? Alberto Andreu hace referencia en primer lugar a la Directiva de Diligencia Debida, a la que tilda de "gran incógnita", ya que el pasado 28 de febrero el Consejo de la UE no logró ponerse de acuerdo para aprobarla. De salir adelante, esta Directiva sería un gran caballo de batalla para las compañías europeas, "porque impone a las empresas que exporten sus marcos de sostenibilidad, especialmente en aspectos de derechos humanos y ambientales, a toda su cadena de valor, aguas arriba y aguas abajo. El coste de gestión de esto es espectacular".

Según señala Rocío Jaureguízar, de Pictet AM, 2024 va a ser año de cambio y evolución en la regulación en Europa, "incluyendo la revisión del nivel 2 del Reglamento SFDR, con nuevas directrices sobre contenido, metodologías y presentación de información por parte de las gestoras, respecto a las empresas en que invertimos y a nivel de entidad". Otro cambio relevante, destaca Jaureguízar, tiene que ver con las exigencias para los fondos en cuyo nombre se incluya ESG, sostenibilidad o similar. "Van a tener que cumplir requisitos específicos que no se les exigía, lo que llevará a una revisión en la industria", advierte.

José Carlos Méndez, dircom de EVO Banco, apela a la necesidad de volver a los orígenes: "Hemos encallado, seguramente, en la regulación, y creo que hemos desatendido a la economía de los stakeholders", señala. Sería necesario "desacoplarnos de los requerimientos normativos, desde el punto de vista de la gestión de la empresa, porque todo ese exceso regulatorio ha desenfocado el fin último por el que fue concebido", añade.

WhatsAppTwitterTwitterLinkedinBeloudBeloud