Economía

China bordea el precipicio de la 'década perdida' de Japón: ¿dejará caer al coloso zombi del inmobiliario?

  • Paliar el daño de pinchar la burbuja de los 80 acabó en años de estancamiento
  • Los recurrentes giros de China en apoyo del inmobiliario replican el escenario
  • Pasar a un modelo de crecimiento que dependa del consumo es complejo
Foto: iStock

La recuperación económica de China tras el coronavirus pierde tracción y las malas sensaciones se unen a unas debilidades estructurales que han vuelto al debate. El gigante asiático se asoma a la trampa de la deflación -consumidores y empresas retrasarán sus decisiones de compra e inversión esperando que bajen más los precios amenazando con una espiral- mientras viejos elefantes como un sector inmobiliario tan grande como turbulento siguen estando en la habitación. Cualquier rumbo que tome Pekín en esta encrucijada traerá aparejadas dificultades. No hay camino fácil y el recuerdo de la 'década perdida' de Japón acentúa el dilema de las autoridades.

Se conoce como la 'década perdida' de Japón al periodo comprendido aproximadamente entre 1991 y 2001, llamado así por ser una época caracterizada por el estancamiento económico como consecuencia del estallido de la burbuja financiera e inmobiliaria gestada desde mediados de la década de 1980. El daño derivado de pinchar la burbuja a finales de los 80 llevó a las autoridades niponas a inyecciones masivas de capital en empresas que no eran viables bajo el mantra de que eran demasiado grandes para caer, lo que condujo al estancamiento. En los citados diez años, el crecimiento apenas superó el 1% anual y no pocos en la comunidad económica prolongan el periodo hasta prácticamente la actualidad, caracterizándose la economía del país por los bajos tipos, la elevada deuda y el crecimiento prácticamente nulo.

Trasladado al caso actual chino, el tambaleante inmobiliario presenta una ficha policial con similitudes. China pidió prestado e invirtió demasiado en el sector inmobiliario al tiempo que se penalizaba el consumo. El despliegue chino se canalizó sobre todo a un nivel sectorial más que al ciudadano de a pie. El auge especulativo de la construcción tras el descomunal estímulo posterior a la gran crisis de 2008 favoreció las cifras de crecimiento y la burbuja se fue hinchando. Ahora que el boom ha terminado, el 25% a 30% de la economía dedicado a la construcción y al gasto relacionado es un lastre importante. Tiene que reducirse y es difícil que eso se pueda conseguir sin dolor.

Durante la pandemia ya se vio como unas autoridades preocupadas por el exceso de deuda intentaron poner coto en el inmobiliario y el resultado fue el que salió en los titulares: caída de precios, promotores de gran tamaño como Evergrande en la quiebra, gobiernos locales muy endeudados sufriendo por la incapacidad de sacar rendimiento de los terrenos o escenas como miles de hipotecados rebelándose contra el pago de sus cuotas al ver cómo los pisos que se les tenían que entregar nunca llegaban. Demasiado grande para caer.

"El nivel de ventas de viviendas siguió cayendo en junio hasta situarse un 25% por debajo de la tendencia a largo plazo. Los precios de la vivienda también bajaron en junio, por primera vez desde diciembre, con un descenso del 0,1% intermensual en los precios de la vivienda nueva y del 0,4% intermensual en los precios de la vivienda existente", expone Allan von Mehren, estratega de Danske Bank, para hacer ver el sentido del reciente giro de Pekín hacia nuevos estímulos que algunos economistas han calificado de mero 'antidepresivo' como las recientes nuevas facilidades a los prestatarios del sector o la decisión hace poco de bajar moderadamente los tipos de interés.

Aquí es donde se fundamenta el dilema japonés de China. Si el gobierno sigue concediendo préstamos a promotores en dificultades como Evergrande y vende el relato de que todo están bien, estos se tornarán en zombis y se habrán malgastado ingentes recursos económicos. Se habrá hipotecado el crecimiento de los años venideros y se habrá perdido capacidad de potencia del estímulo. Un estímulo que ya de por sí tiene poco margen, haciendo vacilar a las autoridades chinas a la hora de ampliarlo más allá de parches puntuales, como los referidos.

La otra receta es la contraria: se obliga a estos colosos inmobiliarios en apuros a reestructurarse y cerrar, dejan de pagar los préstamos, imponiendo pérdidas a los prestamistas y deprimiendo temporalmente el crecimiento, pero liberando trabajadores y capital para reasignarlos a áreas más productivas. Se acepta el dolor a corto plazo para obtener beneficios a largo plazo. Japón optó por el primer modelo, extendiendo el dolor de su burbuja a lo largo de décadas de débil crecimiento, en lugar del shock corto y brusco que podría haber conducido a la destrucción creativa y a un nuevo modelo económico.

Debilidad interna y externa

El resto de la ecuación presenta agujeros. Como fábrica del mundo, China está sufriendo la debilidad postpandémica global de la demanda de productos manufacturados, lo que ayuda a explicar el bajón en las exportaciones. "El mercado externo de bienes de consumo de China sigue siendo débil y aunque una parte de esto se compensa con bienes de inversión para la transición verde y exportaciones de automóviles eléctricos, la debilidad general ya se refleja en las débiles cifras de exportación del país", plantea Tuuli Koivu, analista de Nordea.

El mercado laboral y la demografía tampoco emiten buenas vibraciones. China no tendrá más trabajadores, ya que su población comenzó a reducirse el año pasado. El paro juvenil sigue en unos niveles acuciantes y la productividad no avanza pese al destacado desarrollo tecnológico que sorprende al visitante al país.

"En el frente interno, China sigue pagando el precio de su negativa a estimular el consumo al salir de la pandemia, mientras que el legado de la recesión sigue siendo bastante evidente en el mercado laboral, con un desempleo juvenil que continúa aumentando (20,8% en mayo frente al 20,4% en abril), lo que apunta a una dificultad de la economía para absorber el flujo de nuevos entrantes. En el frente exterior, China se enfrenta al desplome global de la actividad manufacturera después de que el mundo entero se atiborrara de productos durante la pandemia. Las exportaciones cayeron un 12,4% interanual en junio", sintetiza Gilles Moëc, economista jefe de AXA IM.

En los últimos años, se han tomado medidas drásticas contra la enseñanza privada y los sectores más productivos de alta tecnología, y se ha entablado una lucha con EEUU que ha dado lugar a restricciones a la importación de chips. Algunos esperan que la reciente relajación de estas restricciones a empresas como el gigante del comercio electrónico Alibaba ayudan al crecimiento, pero la confianza cuesta recuperarla.

China tiene algunas ventajas, como explica en el Wall Street Journal George Magnus, antiguo economista jefe de UBS y asociado del Centro de China de la Universidad de Oxford. Los grandes bancos son propiedad del Estado, por lo que, a diferencia de Japón, no se tambalearán. Su población es mucho más joven que la japonesa, a pesar de la disminución de la mano de obra. China aún tiene mucho potencial de crecimiento, simplemente para que su población se ponga al nivel del resto del mundo, ya que sigue siendo mucho más pobre que Japón cuando estalló la burbuja nipona en 1990. También tiene la lección de Japón para aprender, y sus economistas han pasado mucho tiempo estudiándola desde que el Diario del Pueblo, portavoz del Partido Comunista chino, publicó un artículo de opinión anónimo en 2016 advirtiendo de estos peligros.

Por qué no es tan fácil

Pero no parece que se haya actuado en consonancia. Stephen Roach, expresidente de Morgan Stanley en Asia afirma también al WSJ que desde entonces China ha hablado mucho de pivotar hacia un crecimiento impulsado por el consumo, pero ha hecho poco. "El crecimiento intensivo en deuda que era tan preocupante para el autor anónimo en 2016 en realidad aumentó significativamente en los siete años siguientes", pone sobre la mesa.

El martes, China publicó un paquete de 11 puntos destinado a "liberar el potencial del consumo de los hogares". Incluye ayudas para que los hogares adquieran nuevos electrodomésticos inteligentes y un mejor acceso al crédito para comprar productos domésticos. El director de la oficina de investigación política de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, Jin Xiandong, declaró que "la capacidad y las expectativas de consumo de la gente son todavía bastante débiles y es necesario mejorar la infraestructura y el entorno para el consumo". Lo que hay que comprar ahora es si no se llega demasiado tarde.

"Los nuevos datos de la encuesta del Banco Popular de China muestran que los líderes chinos no han logrado recuperar la confianza entre los consumidores después de la pandemia. Las expectativas de los consumidores sobre el desarrollo futuro de sus ingresos continúan siendo débiles, y la mayoría de los consumidores todavía tienen la intención de ahorrar mucho dinero en lugar de tomar decisiones de inversión. Así, a pesar de que el sector servicios se ha recuperado desde el vuelco de la política 'covid cero', el número de ventas de viviendas ha vuelto a caer a niveles bajos y el repunte de principios de este año resultó ser solo una breve corrección", añade Koivu, de Nordea.

Una vía sería hacer selectivo el estímulo hacia el consumo, pero Moëc, de AXA IM, explica por qué no es tan fácil: "En una situación de evidente déficit de demanda, que refleja una incapacidad para desplazar plenamente el motor de la economía hacia el consumo, en lo que sería un paso normal para un país de renta intermedia que busca madurar, lo último que se necesita actualmente es otra ración de gasto de capital. Sin embargo, estimular directamente el consumo no está exento de dificultades, ya que cualquier acción sobre los ingresos podría acabar siendo engullida por el sector inmobiliario, que las autoridades -por buenas razones- podrían querer evitar espolear de nuevo. A este respecto, el planteamiento de las autoridades se centra en mitigar los daños pidiendo a los bancos estatales que se muestren más indulgentes y retrasen aún más la devolución de los préstamos de los promotores".

"A largo plazo, en un entorno de mayor incertidumbre tanto a nivel externo como interno, marcados por las crecientes tensiones geopolíticas, las nuevas prioridades políticas de las autoridades chinas (con una agenda cada vez más enfocada en la seguridad interna) y la debilidad de los motores tradicionales de crecimiento del país, el gigante asiático se encuentra en búsqueda de un nuevo modelo de crecimiento", cierre Luís Pinheiro, investigador de CaixaBank. La sombra de Japón está ahí.

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