Redactor de elEconomista.es. Aspirante a columnista que le acabó dedicando una tesis a la crónica. Todo sobre economía y mercados

Otro felino anda suelto en la espesura de la economía mundial. Si durante décadas se ha hablado de los tigres asiáticos para referirse a las economías del este del continente que experimentaron una rápida industrialización a partir de los 60 y mantuvieron tasas de crecimiento excepcionalmente altas, ahora aparecido un jaguar en Centroamérica. Así es como denominan los economistas de Bank of America (BofA) a la revelación económica de América Latina, una Costa Rica que puede presumir de un enigma para los tiempos que corren: unas elevadas tasas de crecimiento combinadas no con una baja inflación, sino con deflación. Todo lo contrario de la siempre temida estanflación.

La economía de Europa suele ser la diana favorita de los analistas económicos. Un crecimiento bajo, elevado desempleo estructural (en comparación con EEUU), alto endeudamiento, ausencia de innovación, baja productividad... la lista es interminable. Además, la crisis del covid hundió la economía del euro un 6,1%, frente al 2,8% de la caída que sufrió EEUU. Para colmo, después de caer el doble durante la crisis, la recuperación ha sido más vigorosa en EEUU que en la zona euro o, al menos, eso es lo que parece. Sin embargo, existe otra Europa, más allá de Alemania (que suele centrar todos los focos, para bien o para mal), una Europa que pasa desapercibida, pero que está disfrutando de una recuperación económica notable, con un crecimiento del PIB elevado y fuerte creación de empleo.

La inflación siguió relajándose en la eurozona en febrero. El Índice de Precios al Consumo (IPC) conjunto de las economías del euro desaceleró de un crecimiento interanual del 2,8% en enero a un 2,6% el mes pasado, según los datos publicados este viernes por Eurostat. Aunque la lectura es la más baja desde el 2,4% registrado en noviembre, supera el 2,5% que vaticinaban los analistas. Por su parte, el IPC subyacente (excluyendo energía, alimentos, alcohol y tabaco), retrocede del 3,3% al 3,1%, el dato más bajo desde marzo de 2022 (mínimo de 23 meses). Al igual que con la tasa general, el descenso es menor del anticipado por el consenso de economistas, que apostaban por un 2,9%. Esta desaceleración más suave de lo aventurado apuntala la calma que está mostrando el Banco Central Europeo (BCE) ante posibles bajadas de los tipos de interés.

La inflación de EEUU está desacelerando más despacio en sus últimas lecturas y la economía sigue arrojando fuertes datos -solo hay que ver el PIB y la creación de empleo-. El resultado más inmediato es que la Reserva Federal se puede tomar con calma, y de hecho lo está haciendo, el viraje hacia los recortes de los tipos de interés. Los operadores del mercado parecen haberlo entendido y ya están comprando los tres recortes de tipos en 2024 que la propia Fed telegrafió en su reunión de diciembre. Una apuesta que hasta hace unas semanas reflejaba la expectativa de al menos seis recortes a lo largo del ejercicio. Lo mismo ha ocurrido con la fecha de la primera bajada: de apuntar con fuerza a marzo se ha pasado a dudar incluso de junio. Este cambio de expectativas está zarandeando el mercado de bonos del Tesoro y dando al traste un proceso que se daba por hecho para este año y que iba a ser el gran negocio de la renta fija: la desinversión de la curva de tipos.

La inflación sigue mostrándose correosa en EEUU. El marco general de la desinflación continúa, pero el camino está lleno de baches. Si el Índice de Precios al Consumo (IPC) de enero sorprendió al alza, con una desaceleración menor de lo esperado en la tasa general (bajó tres décimas hasta el 3,1% interanual frente al 2,9% esperado) y estancado en el 3,9% en la tasa subyacente (excluyendo energía y alimentos), el indicador fetiche de la Reserva Federal relativo a enero y publicado este jueves por la Oficina de Análisis Económico (BEA) del Departamento de Comercio de EEUU emite las mismas señales. El deflactor del consumo personal (PCE) subyacente avanzó un contundente 0,4% intermensual el mes pasado (la lectura más fuerte en casi un año) frente al 0,1% de diciembre. Este repunte, en línea con el esperado por los analistas, puede obedecer a peculiaridades propias de enero, pero supone una tasa anualizada del 5,2% que no dejará tranquilo al banco central (muy lejos aún del objetivo del 2%) y que confirma la tesis que se ha impuesto en las últimas semanas: los recortes de los tipos de interés no llegarán tan rápidamente.

Venezuela es uno de esos países que lo tiene todo para ser una economía próspera, pero que en el momento de la verdad casi siempre se ha topado con determinados factores, obstáculos o contratiempos que le impiden aprovechar las oportunidades y sus vastos recursos naturales. Un buen ejemplo de ello se está presenciando en los últimos días en las aguas que bañan sus puertos y playas. Un enjambre de buques petroleros, sedientos de 'oro negro', se encuentra haciendo cola a la espera de recibir un crudo venezolano que no termina de llegar. Pese a que EEUU levantó las sanciones durante 6 meses (en febrero se han vuelto a activar) a la industria del país caribeño, Caracas ha sido incapaz de cumplir con los contratos de entrega de crudo que ya tenía de hace meses.

Una burbuja inmobiliaria en el corazón de Europa está explotando con Alemania como gran protagonista. Aunque la corrección ha sido ya notable, los precios aún podrían seguir cayendo por un tiempo, según los analistas. Desde la agencia financiera Bloomberg lo han definido como "un crash inmobiliario a cámara lenta". No se puede decir que no lo habían advertido los economistas germanos que defendían una política monetaria más restrictiva. Años de unos tipos de interés muy bajos para una economía pujante como la alemana desembocaron en subidas desmedidas de los inmuebles. Ahora que los tipos de interés han subido de forma coordinada en casi todas las partes del mundo, los inmuebles de todo tipo han comenzado una corrección histórica, a lo que se suma la exposición de banca y aseguradoras alemanas a otros activos inmobiliarios fuera de sus fronteras. Sin embargo, la 'gran bomba' inmobiliaria parece estar dentro de la propia Alemania.

La conocida como 'banca en la sombra' (shadow banking en inglés) vuelve a estar en los titulares. Aunque otras preocupaciones como el tambaleante inmobiliario comercial de EEUU han acaparado el foco en las últimas semanas, las alarmas por lo que pueda ocurrir con estas instituciones financieras que hacen las veces de prestamistas pero no están sujetas a los corsés normativos de los bancos siguen sonando. El último aviso ha llegado desde un Banco de Inglaterra (BoE) que pide redoblar los esfuerzos a la hora de investigar a estas instituciones para evitar una peligrosa crisis crediticia (credit crunch en inglés). El recuerdo de lo ocurrido en el otoño de 2022 sigue muy presente.

La economía se podría resumir en muchas ocasiones en una suerte de 'carrera' en la que la demanda persigue a la oferta y viceversa. En el transcurso de esa carrera, dirigida por los incentivos que generan los precios, se pueden producir situaciones de tensión en la que la oferta es insuficiente y se produce una escasez temporal de algún bien o servicio. Esto es lo que está sucediendo en la actualidad con los buques que transportan petróleo. Por un lado, las rutas más largas que están realizando estas embarcaciones supone que una mayor porción de la flota está en ruta. Esto, además, se está solapando con una escasez histórica de producción. Este 2024 se van a entregar muy pocos buques de carga de petróleo, mientras que los que están operativos son cada vez más viejos y tienen mayores problemas para cumplir con las regulaciones. En conclusión: el crudo se está quedando sin barcos para llegar a su destino.

La larga lista de problemas que afectan a corto plazo a la economía de Europa está generando una densa cortina de humo que no deja ver los problemas, quizá incluso más graves, a los que se enfrentará el viejo continente en el medio y largo plazo. Entre estos problemas destaca la escasez de trabajadores a la que se van a enfrentar los grandes países, salvo 'milagro'. Hoy ya se pueden atisbar algunos efectos de este problema producto de lo que se podría denominar como 'gran depresión demográfica' de Europa. Ante esta situación, los economistas de Allianz han realizado sus cálculos para proponer soluciones al descenso en picado de la población en edad de trabajar.