Periodista. Escribo sobre el presente y el futuro del empleo.

La duración de los contratos temporales firmados en mayo se situó en los 43,3 días de media, frente a los 52,71 días registrados en el mismo mes de hace un año. Un 'retroceso' de 9,4 días que se explica por dos factores: el primero es el auge de la contratación indefinida tras la reforma laboral. El segundo, el desigual impacto de los cambios que esta norma introdujo para penalizar el uso de los contratos de más corta duración.

Las vacantes de empleo llegaron a su máximo histórico en el primer trimestre de 2022, con 133.988 puestos por cubrir, un 12,4% por encima del anterior récord, registrado en el segundo trimestre de 2021. Pero estos datos contrastan con una tasa de desempleo que en el mismo periodo se situó en el 13,65%. Un comportamiento inédito en los países de nuestro entorno y que convierte al español en el mercado laboral con menor margen para crear empleo de la Unión Europea, junto al griego.

En un país con tres millones de desempleados, de los que un 47% lleva más de un año en esa situación, resulta inevitable preguntarse si, al margen de la coyuntura económica, algo falla en la manera en la que los españoles buscamos empleo.

Uno de los argumentos más utilizados a la hora de negar que en España se esté produciendo un fenómeno similar a la Gran Renuncia de Estados Unidos está en las cifras de dimisiones que recogen las estadísticas de bajas de afiliación de la Seguridad Social, que en lo que va de año apenas equivalen al 0,2% del total del empleo. Sin embargo, estas cifras plantean varios interrogantes sobre el mercado de trabajo español tras la entrada en vigor de la reforma laboral.

La crítica más habitual a las oficinas públicas de empleo es que solo sirven para contar parados. Dicho de otra forma, que su única función es gestionar la inscripción y renovación de las demandas de empleo, trámite indispensable para cobrar una prestación o subsidio. Esta visión responde a sus pobres resultados en intermediación laboral, es decir, a la hora de poner en contacto a a las empresas que buscan trabajadores con los desempleados que buscan una oportunidad. Y los datos son contundentes.

Las dificultades a la hora de contratar trabajadores se han convertido en un quebradero de cabeza para muchas empresas españolas. Hasta el punto de que el porcentaje de firmas que prevé que afecte a su actividad se ha triplicado en el último año. Lo cual no deja de ser sorprendente en un país con tres millones de desempleados y que la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, achaca a los bajos salarios.

Mientras buena parte de los expertos en empleo siguen siguen discutiendo si ha llegado a España el fenómeno de la Gran Dimisión, el verdadero problema del mercado laboral sigue estando en la entrada y salida de trabajadores de la ocupación a un ritmo masivo que lastra la creación real de empleo. Una Gran Rotación sin comparación con la del resto de países de la Unión Europea.

La implantación de la semana laboral de cuatro días gana peso en el debate sobre el futuro del mercado laboral en España. La pandemia y el decepcionante boom del teletrabajo han desencadenado una demanda de flexibilidad del tiempo de trabajo que abona el terreno para que propuestas de este tipo, que llevan décadas en la palestra, vuelvan a florecer.

Economía

Mientras se empieza a hablar del metaverso como la próxima frontera del mundo del trabajo, que requerirá incluso una (meta)regulación laboral específica, la realidad es que España sigue lidiando con el desafío de implementar el teletrabajo. Hasta ahora con unos resultados no demasiado espectaculares.